Los estudios que hacen referencia a los eventos de la conquista suelen pasar por delante los aspectos más pragmáticos de esta misma, dejando de lado la historia operativa y real del conflicto, sin considerar que sin ella no se podría explicar cómo se dieron dichos eventos, por ejemplo, la caída de Tenochtitlan. Por ende, es necesario repensarlos desde una perspectiva militar.
Carlos Brockmann y Ross Hassig señalan que:
Hasta nuestros días, la historiografía mesoamericana ha enfatizado este carácter fundamentalmente ritual. La mayoría de los especialistas que no han estudiado la guerra en sus vertientes más prácticas han preferido seguir esa línea de pensamiento, en vez de retomar los estudios militares que demuestran que existió un aspecto pragmático que puede descubrirse a través de muchos elementos.1
El ejército español que llevó a cabo el asedio de Tenochtitlan fue, como se determina en la historia militar, un ejército hibrido. Las unidades hispanas contaron con artilleros, que son aquellos efectivos especializados en armas de guerra pesada, las cuales permiten, con el uso de cargas explosivas, destruir posiciones enemigas desde largas distancias. Estos artilleros componían unidades de falconete y culebrina, con la capacidad de disparo de 15 minutos por tiro y un alcance de mil metros; unidades a distancia como los arcabuceros, con alcance de 50 metros, ballesteros, infantería de choque de espada y rodela, armas de asta, entre otras. La formación de estas unidades consistía, por lo general, en infantería en el centro, artillería al enfrente y caballería en los lados.2
Los Tlaxcaltecas, por su parte, tenían unidades de armas arrojadizas o de lanzamiento y de impacto; unidades de arqueros como las yaomitl o los arcos tlahuitolli, con la capacidad de disparo de ocho o nueve flechas por 3 minutos; unidades de onda con un alcance de 500 metros, pero complicados de maniobrar; unidades de lanzas, buenas en combate a distancia a con 70 metros de alcance, pero con poca fuerza de choque; unidades de atlatl que otorgaban gran alcance al proyectil; y, por último, las unidades de impacto o infantería, como los Huitzauhqui y los macehuitl, especializadas para enfrentamientos de choque. Estas eran armas de uso de una o ambas manos.3
Respecto a esto, se debe pensar que existen dos herencias, una fue la composición de los efectivos y otra el manejo y uso de estos en batalla. Esta composición forzadamente tuvo que adaptarse al nuevo espacio que se estaba desarrollando durante la conquista, lo que produjo no solo ejércitos únicos como estructura, sino también en su movilización y uso. Se sabe que incluso Cortés mandó a la creación de birotes con la tecnología indígena y realizó el remplazo de las puntas de flecha con cobre en vez de obsidiana. Según Bernal Díaz, en tan solo ocho días se habían elaborado cincuenta mil virotes4 . Esto abre nuevas posibilidades de interpretación tanto del proceso de conformación como del adiestramiento que requerían estas nuevas unidades hibridas para su uso en batalla, con base en la experiencia poliorcética hispana de ese momento.
Es primordial señalar varios aspectos durante el asedio de Tenochtitlan. El primero es el uso de artillería, ya que esta representaba una ventaja determinante en cualquier batalla y era decisiva para cualquier asedio. Recordemos que incluso el papel de la artillería en los campos de batalla empezó a ser reconocido como una pieza fundamental de la composición de los ejércitos de asalto, esto desde la caída de Constantinopla por Mehmet II y el uso de la primera bombarda. Este suceso provocaría la utilización de las artillerías de manera más directa en las batallas, y la conquista no sería una excepción.
Por su parte, el segundo es la composición de estos escuadrones híbridos y su papel en las batallas perpetuas de las calzadas. Se puede observar una muestra de guerra a larga distancia sin precedentes en el espacio mesoamericano. En este caso, fueron las unidades de disparo, junto con las unidades de arqueros en primera línea de las calzadas, las cuales tenían mayor alcance de disparo que los defensores, lo que obligó en términos estratégicos una respuesta de avance del bando enemigo. Esta acción obligó el choque de las infanterías por parte de los mexicas. Es probable que la primera línea de fuego retrocediera y la segunda línea de infantería avanzara, una vez que fue necesario el avance tanto para entrar con las infanterías de choque como para entrar en rango de tiro de las unidades de arqueros.
Ahora bien, el papel de las caballerías en las calzadas pudo haber sido más una táctica para generar miedo que por tener eficiencia con ella. Las calzadas tenían como máximo una anchura de 20 metros, y este espacio reducido complicaba la táctica de flanqueo por parte de los soldados a caballo, por lo que estaban obligadas a cargar de frente. Además, eran caballerías ligeras, por lo que, a pesar de que entre los mexicas no existieron unidades especializadas en contra de la caballería, estas simplemente fueron ineficaces. De igual forma, el espacio tan reducido en las calzadas hizo que funcionaran como cuellos de botella para los proyectiles.
Para que fueran efectivas, y aun con muchas probabilidades de sufrir pérdidas cuantiosas en las escaramuzas, el uso de las unidades de caballería ligera dentro de las calzadas solo debió utilizarse en casos muy específicos, por ejemplo, en la retirada u desorganización de las tropas enemigas.
Finalmente, estas solo son algunas aproximaciones de lo que está por escribirse en términos de la historia militar en Mesoamérica. Es fundamental encontrar nuevas interpretaciones no solo en la estructura de estos ejércitos híbridos, sino en la misma organización de formaciones y el empleo de los tipos de armas con referencia a las formaciones, ya que saber qué tecnología bélica usaban no es suficiente, es necesario la investigación profunda en las estructuras de estos cuerpos militares y cómo se manifiestan según los acordes bélicos del momento y su relación con el espacio.
1 Carlos Brokmann, “La guerra en Mesoamérica entre discurso y práctica”, en Historia de los ejércitos mexicanos, sedena/inerhm ,México, 2013, p. 70.
2 Dr. Marco A. Cervera Obregón. (16 de noviembre 2020). Planteamientos tácticos durante el asalto a la ciudad de Tenochtitlan. Conferencia magistral, ceica -Universidad Anáhuac, México.
3 Ibídem.
4 Díaz del Castillo Bernal,Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. México, Editorial Porrúa, México, 2015.
Brokmann, Carlos, “La guerra en Mesoamérica entre discurso y práctica”, en Historia de los ejércitos mexicanos, sedena/inerhm, México, 2013.
Carrasco, David, Los aztecas: una breve historia, Madrid, Alianza editorial, 2012.
Cervera Obregón, Marco Antonio, “Los mitos de la conquista de México Tenochtitlan también están en su historia Militar”, en Guerra Colonial Revista Digital, Universidad Anáhuac México. Disponible en http://www.guerracolonial.es/medias/files/7.1.-los-mitos-de-la-conquista-de-mexico-tenochtitlan-tambien-estan-en-su-historia-militar-1.pdf
Cervera Obregón, Marco Antonio, Planteamientos tácticos durante el asalto a la ciudad de Tenochtitlan. Conferencia magistral, ceica/Universidad Anáhuac, México, 16 de noviembre 2020.
Cortés, H., Cartas de Relación, México, Editorial Porrúa, 2007.
Díaz del Castillo Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, México, Editorial Porrúa, México, 2015.
Memoria del Primer Congreso Nacional de Historia Militar de México, a través de los Archivos Históricos, Tomo I, Secretaría de la Defensa Nacional/Dirección General de Archivo e Historia, México, 2015.
Rojas, José Luis, México Tenochtitlan. Economía y sociedad en el siglo xvi, Fondo de Cultura Económica, México, 1986. Thomas, Hugh, La conquista de México. El encuentro de dos mundos, el choque de dos imperios, Barcelona, Planeta, 2004