Cuando los españoles llegaron a la región centro-sur del territorio mesoamericano aprovecharon las divisiones y rivalidades entre señoríos indígenas, lo cual facilitó consolidar alianzas que les permitieran llevar a cabo la conquista del territorio. Una de estas, y la cual es quizá la más destacada, fue con los tlaxcaltecas, quienes demostraron ser valiosos aliados durante la conquista y después de la misma. Esta alianza se dio en el marco de las relaciones feudales de tipo europeo
Los tlaxcaltecas fueron un pueblo prehispánico que habitó el actual estado de Tlaxcala. Resistieron la dominación de la Triple Alianza, un estado que estaba basado en la conquista de territorios y sus pueblos, como menciona Jesús Monjarás “el motor de su creación y expansión fue la guerra”.1 Esta resistencia los llevó a estar en conflicto durante la llegada de los españoles, a inicios del siglo xvi. Esto provocó que se aliaran rápidamente a los españoles, que tenían ventajas, en cuanto a tecnología militar, para vencer a la Triple Alianza. Como narra Fray Bernardino de Sahagún, “los señores y principales de Tlaxcala metieron en su ciudad a los españoles, recibiéndolos de paz [...] partieron de Tlaxcala todos ellos y con muchos zempoaltecas y tlaxcaltecas que los acompañaron todos con sus armas de guerra”.2
Los tlaxcaltecas fueron aliados de los españoles desde el principio de la conquista, y tuvieron una importante participación en la misma, pues los indígenas conformaban el grueso del ejército comandado por los españoles. Por este motivo, una vez terminada la conquista se les siguió considerando como aliados y se les asignó un lugar importante en la Nueva España.3
Los tlaxcaltecas y españoles formaron durante la conquista una alianza de tipo feudal, misma que mantuvieron una vez terminada esta “empresa”. Esto resulta de interés debido a que el territorio y las culturas mesoamericanas eran completamente distintas a sus homólogos europeos, e incluso se vivía una etapa de desarrollo tecnológico distinta en ambos lugares, por lo que no podríamos esperar el mismo tipo de relaciones sociales.
En primer lugar, vale la pena mencionar muy brevemente qué implican las relaciones feudales europeas clásicas. Estas elaciones estaban articuladas por múltiples relaciones de vasallaje entre grupos particulares, en las cuales el vasallo se reconocía sometido a su señor feudal y dependiente del mismo. Jorge Domínguez señala que era “ser hombre de otro hombre”.4 El principal beneficio que recibía el señor feudal era el excedente agrícola de quienes tuviera avasallados, mientras que los vasallos recibían a cambio el derecho de uso de la tierra (jurídicamente perteneciente al señor feudal) y protección (entre otras cosas, pero estas dos las más importantes).
Estas relaciones de dependencia conformaban una pirámide. En ella, mediante el vasallaje personal, la población estaba sometida a señores feudales, el de grado más alto era el rey. Ahora bien, un aspecto fundamental de las relaciones feudales de vasallaje es el económico, pues, como afirma Marx, este compone la infraestructura de cualquier sistema, en este caso el feudal.
Podemos afirmar que no podría haber relaciones de tipo feudal con un sistema económico distinto a la agricultura de subsistencia. Esto es de suma importancia porque, al igual que en Europa, al momento de la conquista española en Mesoamérica, la agricultura era fundamental para la subsistencia, con una producción de excedentes con fines políticos y no económicos.
Otra similitud de importancia entre las relaciones mesoamericanas y las feudales era el requerimiento de mano de obra y apoyo militar como parte del sometimiento, pues el sometido tenía la obligación de enviar al sometedor cierta cantidad de individuos para realizar obras públicas o para la guerra.
Así pues, en Mesoamérica ya se conocían estas prácticas, aunque con la diferencia de que los medios de consolidación de estas relaciones eran la conquista militar y no el mutuo acuerdo. Además, también se conocián los equivalentes a la nobleza, entendida como una clase social dominante, por supuesto, de los cuales podemos mencionar rápidamente a los Pipiltin mexicas.
Como se ha visto, los mesoamericanos sostenían relaciones de dominación similares, al menos en sus componentes a las feudales, pues aunque diferían en el marco ideológico, en la práctica había múltiples elementos de gran similitud que les permitieron comprender y adoptar las relaciones de tipo europeo. Como es evidente, los componentes que se proponen aquí como los más importantes para esta adopción de las relaciones de tipo europeo son, en primer lugar, la economía, y posteriormente el sistema de clases similar y algunas prácticas que fueron fundamentales para la consolidación de la conquista, como el apoyo militar.
1 Jesús Monjarás-Ruiz, “La Triple Alianza”, Arqueología Mexicana, núm. 15, 1995, p. 20.
2 Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España. Editorial Porrúa, México, 1999, p. 732.
3 José Galván Rojas, “El traslado de familias de indios tlaxcaltecas hacia la región norte de la Nueva Galicia (Virreinato de Nueva España). Una política de colonización y pacificación del Imperio español de finales del siglo xvi”, historelo. Revista de Historia Regional y Local, núm. 8, 2016.
4 Jorge Domínguez, "Los poderes feudales. Las maneras de extracción del excedente en la economía medieval", Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, núm. 17, 2008, p. 3.
Galván, Rojas, José, “El traslado de familias de indios tlaxcaltecas hacia la región norte de la Nueva Galicia (Virreinato de Nueva España). Una política de colonización y pacificación del Imperio español de finales del siglo xvi”, historelo. Revista de Historia Regional y Local, núm. 8, 2016, pp. 55-87.
González Domínguez, Jorge, “Los poderes feudales. Las maneras de la extracción del excedente en la economía medieval”, Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, núm. 17, 2008, pp.1 21-134.
Monjarás-Ruiz, Jesús, “La Triple Alianza”, Arqueología Mexicana, núm. 15, 1995, pp. 20-25.
Sahagún, Bernardino, Historia general de las cosas de Nueva España. Editorial Porrúa, México, 1999.